Desde muy pequeño, Julio Tintaya aprendió el valor del trabajo y la importancia de la responsabilidad. Mientras otros niños jugaban, él recorría las calles con su cajoncito de lustrabotas, ganando una moneda para llevar pan a su hogar. Con el paso de los años, su oficio se convirtió en una parte fundamental de su vida, y en cada par de zapatos que limpia refleja esfuerzo, dedicación y orgullo. Bajo el sol, la lluvia o el frío, Julio nunca dejó de trabajar, demostrando que el verdadero brillo no está en el cuero, sino en el corazón de quien lucha sin rendirse.
Hoy, con el cabello canoso y las manos marcadas por el tiempo, Julio sigue firme en su rincón, regalando sonrisas a cada cliente y dejando una enseñanza de perseverancia y dignidad. Su historia es un recordatorio de que el trabajo honrado también es una forma de amor, y que la esperanza puede brillar a través del esfuerzo diario. Por ello, Julio Tintaya se convierte en un ejemplo inspirador y en el personaje Ruta 10 que representa la fuerza de quienes trabajan sin descanso por un mejor futuro.
