La Plaza Alonso de Mendoza, ubicada en el centro histórico de la ciudad, fue durante décadas el punto de encuentro de fotógrafos ambulantes, conocidos como retratistas de cajón. Hacia mediados del siglo XX, estos profesionales se instalaban con sus cámaras tradicionales, capturando momentos familiares y personales que hoy permanecen como recuerdos imborrables. La pandemia y la llegada de la fotografía digital y los celulares han transformado la forma en que las personas registran sus memorias, dejando casi desierta la plaza y vaciando un espacio que antes estaba lleno de vida y movimiento.
Antes del auge tecnológico, la plaza contaba con cerca de una docena de fotógrafos que ofrecían retratos instantáneos. Los visitantes podían tomarse fotos para ocasiones especiales o incluso para documentos oficiales, recibiéndolas en el acto. Las generaciones mayores recuerdan con nostalgia aquellas jornadas en las que podían ver inmediatamente la imagen de sus hijos o familiares recién capturada, un valor emocional que la fotografía digital, rápida y anónima, no logra reproducir.
Hoy, la plaza conserva sus espacios de descanso y veredas, pero la actividad fotográfica que la caracterizaba ha disminuido drásticamente. Algunos vecinos hacen un llamado a mantener la tradición, invitando a la ciudadanía a seguir visitando la plaza para conversar, disfrutar de la gastronomía local y preservar la memoria histórica de este emblemático lugar, donde la fotografía en blanco y negro sigue siendo testigo de historias familiares que no deben perderse.
